Friday, July 5, 2013

"Museos de mi vida"


Compartimos la carta que escribió Silvina Rodríguez, entusiasta promotora de la lectura y librera. Quizás algunos papis se inspiren y elijan algunos museos como paseo de vacaciones.




"A propósito de un artículo publicado en “Ñ” sobre la relevancia de los museos en el mundo de hoy, como la famosa magdalena de Proust, se disparan en mi mente como en fila los museos de mi vida. Mi padre, un contador a quien le habría encantado tocar bien el piano, amante de la ópera y del ballet, del cine y del teatro (y loco por los libros, como podrán imaginar), me llevaba prolijamente por los museos de la ciudad en nuestros fines de semana en los primeros años de la década del ’70. Así estuve en el Museo Histórico Nacional, viendo el catre en el que San Martín dormía mientras cruzaba los Andes; en el Museo-Casa-Escuela Benito Quinquela Martín (tenía 8 años y nunca más olvidé los colores de sus cuadros ni de la casa, fui con mis hijas más chicas el año pasado cuando lo reabrieron y obviamente no fue lo mismo) y descubrí la Orden del Tornillo y un poco sobre la historia del niño huérfano, luego adoptado y que miraba los barcos en el Riachuelo. Por supuesto mi padre me llevó al Museo de Bellas Artes mientras me contaba que enfrente, cruzando el puente sobre Figueroa Alcorta, ese edificio era la Facultad de Derecho, con un estilo semejante al del Partenón griego y aprovechaba el hombre y mechaba con alguna historia de la Ilíada o la Odisea (podía ser el talón de Aquiles, el Caballo de Troya o las sirenas de Ulises, andá a saber), todo venía a cuento en nuestro paseo de domingo, muy eventualmente de sábado porque era el día en que mi viejo llevaba contabilidades además de su trabajo semanal. En Bellas Artes conocí a Prilidiano Pueyrredón y su “Manuelita”, también el único Van Gogh y el Degas que tan bien ahora Silvia Sirkis nos muestra en su “Misterio de la bailarina”. Estos museos de mi niñez me hicieron una especie de fanática, fundamentalista, que cuando viaja a cualquier lugar, dentro o fuera del país, los visita. Por ejemplo, el año pasado de viaje de egresados con una de mis hijas, el hotel resultó estar frente a “El Paraíso”, la casa museo de Mujica Láinez. Sin dudarlo, allá me fui una tarde.
Si llevábamos a los chicos un día a La Plata, cómo no entrar el Museo Paleontológico y que se vieran un par de esqueletos de dinosaurios? En el DF, en Madrid, en París, en Figueres, la ciudad natal de Dalí. En Colonia del Sacramento, en Berlín, en Londres o en Nueva York, cualquier pretexto es bueno para terminar en algún museo. Para mí,  lugares donde encuentro retazos, recortes, pedazos de historia que me sirven para rearmar la propia.
Y así es que hoy me voy al Museo Alfaro, en San Isidro, a compartir parte de mi historia como librera ambulante, promotora y mediadora de lectura, títulos en los que sin duda los museos y mi viejo tienen mucho que ver."

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